¿Sabías que por lo general estamos destinados a enamorarnos en tres ocasiones a lo largo de nuestra vida y que dichos tres amores tienen su propio significado?
Hay quién sólo se enamorará una vez en su vida, quedándose para siempre con la impresión de ese primer amor, (adolescente o juvenil, por lo general).
Otros, sólo dos veces, siendo en su segundo amor dónde encuentran las lecciones más difíciles de su vida. Y están los que se enamoran por tercera vez, encontrando en ese último amor, razones suficientes para sentir que por fin su corazón ha llegado a buen puerto.
Y por supuesto, los hay (y muchos) que se enamorarán a lo largo de su vida, no sólo tres veces, sino cuatro, cinco, seis, y así hasta el infinito, o hasta que el cuerpo (y sobre todo el corazón) aguanten.
Lo que ocurre es que el amor, así como tantas cosas en este Universo regido por leyes, tiene una métrica cíclica, y respeta la Ley Sagrada de la Triada, y si tras los tres primeros amores llega un cuarto, es porque se necesita una “segunda interpretación” del primer amor, y así sucesivamente, en una escala ascendente. Y es que cada uno de estos amores corresponden a cada una de las etapas, bien diferenciadas, dónde el individuo va integrando su madurez y entendimiento en las complejidades del amor.
Cada uno de estos tres amores poseen un significado concreto y nos traen unas enseñanzas específicas. ¿Quieres saber cuáles son? A continuación te las contamos.
El primer amor, el más tierno
Este amor temprano suele ocurrir en la adolescencia o primera juventud y viene designado por la inmadurez e inseguridad característica de esta etapa, dónde el amor se idealiza en exceso y que cuando se acaba, pueden producir las heridas del corazón que creemos más dolorosas, porque es cuando más desprotegidos y vulnerables nos encontramos, pero que en realidad, no lo son.
Quién no supera ese primer amor en realidad se ha quedado estancado en cierta inmadurez emocional, sin lograr integrar sus muchas lecciones. Para este amor juvenil e inmaduro es más importante la imagen y lo que proyecta a los demás, por eso es habitual que lo recordemos con cariño y ternura, quedando impreso en nuestra memoria con una imagen idealizada, más que como un sentimiento auténtico. Es interpretado como un espejismo, que de real tiene poco y cuya creencia, errónea, nos invita a creer que su esencia es pura (quizás por lo virginal de las experiencias que se viven con el). Es el amor que siempre se ve “bonito” desde fuera, pero que jamás logra la profundidad del amor verdadero.
Luego llega el difícil y acróbatico segundo amor
De los tres, es el segundo el que más nos hace crecer, pero también es el que más duele. No por nada, las enseñanzas más duras de la vida son las que mejor nos aleccionan y evidentemente, en el amor no es tampoco una excepción. Por eso representa el más importante de los tres, porque nos enseña las lecciones más valiosas y significativas de nuestra vida. Gracias a él aprendemos quiénes somos, nos damos cuenta de cuáles son nuestras necesidades afectivas y de qué manera estamos enfocando el amor en nuestra vida.
Este amor es más doloroso que el anterior, porque nos “obliga” a enfrentar de forma directa las realidades que no queremos ver (y que tampoco alcanzamos a ver durante el primer amor). La etapa que marca este amor suele estar llena de drama, de giros drásticos, conflictos y dónde más situaciones rocambolescas se van a dar. Se trata de una montaña rusa en toda regla, que no permite que el estado emocional de la persona se estabilice del todo hasta que no supera e integra las lecciones de este segundo amor.
Y por último, ¿a la de tres va la vencida?
Probablemente sí, o al menos, ese sería el final de trayecto aconsejado, pero ni mucho menos, resulta ser el más habitual.
Una vez que se han integrado los dos amores anteriores, aparece el tercero, casi siempre de forma inesperada. En esta etapa, tras haber vivido las experiencias pasadas, inevitablemente el corazón se ha endurecido y no elige a lo loco o de forma tan instintiva, sino que aplica la sabiduría que le aporta la experiencia.
Este amor llega para desarmar todas las barreras que hemos construido alrededor para protegernos de que nos vuelvan a hacer daño y destruir todas las ideas equivocadas que seguimos teniendo acerca del amor. Se suele producir a través de una conexión especial y casi imposible de creer, mágica, pero su intención es precisamente esa, por eso nos toma por sorpresa.
Como ya no existen tantos ideales como en el primero, ni tantas expectativas como en el segundo, el tercer amor fluye de manera natural, encajando a la perfección en esa etapa de madurez y estabilidad emocional que estamos atravesando. Es el que nos enseña a amar de forma más auténtica y sincera con un amor más fuerte y sólido, aquel que tan sólo se siente, plenamente y sin artificios, que nos aporta la paz y felicidad que necesitamos, y que por el contrario, no se piensa.
No hay duda de que todos los amores son maestros que nos enseñan, y ninguno es peor ni mejor que el resto, simplemente son diferentes.